Por Jorge Knoblovits,
Presidente de DAIA
La Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas es la institución que representa a la comunidad judía argentina y lleva adelante la tarea de preservar los Derechos Humanos erradicando el antisemitismo, la discriminación y la persecución de los colectivos vulnerables al prejuicio en nuestro país. Vela también por la seguridad de los integrantes de la comunidad judía y sus instituciones.
Las prácticas discriminatorias en nuestro país no son un hecho reciente, han ido de la mano del desarrollo de nuestra historia nacional y han moldeado nuestra cultura, nuestra educación, nuestros modos de relacionarnos y nuestras instituciones públicas.
Una sociedad que excluye y niega el acceso de oportunidades a ciertos sectores a causa de prejuicios y estereotipos, cuenta con una baja calidad democrática.
Uno de los modos principales de vehiculización de los prejuicios sucede a través de los discursos de odio, tanto en forma presencial como a través de las redes sociales a las que nos vemos expuestos cotidianamente.
La discusión que subyace a esta problemática se vincula con los límites a la libertad de expresión ante el discurso extremista, racista o antidemocrático devenido en la paradoja de que el discurso que odiamos merece tanta protección como cualquier otro.
La línea que se contrapone es la que le presta una mayor atención a la dignidad de quienes sufren los embates del discurso violento, por el daño social que generan.
La neutralidad del Estado y, en definitiva, de la sociedad, frente a las distintas opiniones religiosas, morales y políticas, no resulta inocua.
La noción de que la libertad de expresión no es un derecho absoluto, cuando de odiar se trata, es heredera del modelo europeo y expresión de los textos normativos surgidos tras la Segunda Guerra Mundial y los estragos provocados por la Shoá. Las consecuencias de esa traumática experiencia, cuyos primeros pasos se centraron en lo discursivo, derivaron en la celosa protección de la igualdad, la dignidad y el honor de los ciudadanos.
¿Cuál sería el mejor abordaje de esta realidad? ¿A través de qué acciones la DAIA puede generar sensibilización y concientización sobre este ataque a los pilares de la democracia?
Estamos convencidos de que, para avanzar en el diseño de políticas que no se limiten únicamente a la prohibición, tanto el Estado como la sociedad civil debieran desde un rol activo deconstruir estereotipos, contrarrestar discursos discriminatorios, promover el pluralismo y, a la vez, garantizar el acceso irrestricto al debate público.
Los discursos de odio son discursos sociales, que se basan en una determinada cosmovisión que tiene por intención excluir, señalar y segregar las diversidades, las diferencias y las disidencias.
Si consideramos que los discursos de odio son construcciones sociales que amenazan la vida y la seguridad de las personas y de los colectivos vulnerables, se requiere de un enfoque comprensivo y constante que vaya más allá de las medidas legales y que incluya la adopción de mecanismos preventivos y educativos. De este modo se estaría haciendo foco en la raíz cultural para desde allí refutarlos promoviendo el desarrollo de una sociedad basada en los principios de la diversidad, la inclusión y el pluralismo.
Por ello, la DAIA viene poniendo en práctica mecanismos pedagógicos dirigidos a adultos, jóvenes y niños, capacitaciones a los agentes encargados de hacer cumplir la ley, a las fuerzas de seguridad y a los operadores de la Justicia respecto de la prohibición de la incitación a la violencia no sólo formando sino también recopilando y analizando data sobre ese tipo de enunciados.
Los discursos de odio como discursos sociales son prácticas sistemáticas, estructuradas y estructurantes de la subjetividad y no son aisladas. Por definición, terminan habilitando y legitimando actos de hostigamiento y de negación de derechos.
Los discursos de odio acogen en su interior una doctrina que articula memorias comunitarias y no aceptan la posibilidad del ejercicio pleno de libertad del otro, ni la diferencia de opiniones.
Los discursos autoritarios son amenazantes y buscan imponer una forma única de interpretación de la realidad y que sacan a flote prejuicios latentes para volverlos explícitos y visibles.
Desde la concepción de los derechos humanos, se vuelve imperativo proteger a los grupos vulnerables y nutrir el diálogo.
Creemos que el desarrollo de programas educativos tendientes a sensibilizar a nuestros niños y jóvenes es una herramienta fundamental para erradicar las prácticas de exclusión que tanto perjudican a nuestras comunidades.